La toma de decisiones en la vida es contante. De esta manera vamos marcando y dibujando nuestro propio camino. Sentirse privado de libertad para elegir sólo lleva al victimismo, que es la forma más rápida (y cómoda) de perder el control en tu propia vida. ¿Quieres coger las riendas de tu vida?

Cuando con catorce años decidí abandonar la educación reglada que había "soportado" hasta entonces, no era consciente del paso tan importante que estaba dando en mi vida. Por entonces, desde luego que no era conocedor de ello. Con esa edad sólo sentía que tenía que dar el paso, y aunque en mi familia no lo entendían del todo ni era la mejor de las noticias, tuve el respaldo de mi padre (al que nunca estaré suficientemente agradecido de ello) y lo hice. Ciertamente no sabría decirte por qué lo vivía así, pero la realidad es que me di cuenta de que si quería tener una vida plena y próspera, y sobre todo quería tener una vida feliz, debía salir de ese tipo de educación que me estaba haciendo ser lo que no quería.

Es fundamental que cuides las ideas que metes en tu cabeza, porque predeterminan tus pensamientos, marcan tus creencias que a su vez deciden tu forma de actuar. Y tu forma de actuar es tu forma de vivir. ¿Qué ideas sigues metiendo en tu cabeza que te hacen vivir una vida que no deseas?

Cuando digo que dejé la escuela, no quiero decir que dejé de aprender. Jamás he renunciado a ser una persona formada con ganas de aprender. Siempre pongo toda mi intención en saber cada día algo más, en descubrir algo nuevo. Y ese aprendizaje lo saco de un libro, de una conversación o de un paseo a caballo. El mundo está lleno de enseñanzas que sólo tenemos que saber observar e interpretar. Cuando comencé mi vida laboral, debo reconocer que sentí vértigo en ocasiones. Era sólo un niño en un mundo de hombres. De aquella época aprendí que la pasión es el mejor combustible para la vida. Yo estaba haciendo lo que deseaba, lo que me apasionaba, y no había impedimento lo suficientemente grande que  me detuviera o hiciera cambiar de idea.

 

Dicen que Dios escribe recto con renglones torcidos. Y es que todo lo que nos va aconteciendo en la vida acaba teniendo un sentido. El mayor de los disfrutes o el peor de nuestros sufrimientos aparecen para enseñarnos algo. Sobre nosotros, sobre los que amamos, sobre el mundo. Dios es Amor, y nos va dejando retazos a su manera. ¿Cuál es el aprendizaje que se esconde detrás de tu sufrimiento?

Cuando pensaba que la vida me había puesto en el sitio que deseaba (un matrimonio feliz, dos hijos preciosos, una carrera laboral exitosa y llena de responsabilidades) llegó la Vida de verdad y me enseñó que nuestro auténtico sitio en ella es un cambio constante. A mi hijo Iván de tres años le diagnosticaron un cáncer que me le arrebató en poco más de un año. El vacío que deja un ser querido es enorme cuando nos deja. Cuando lo hace de una manera tan cruel e injusta es un como océano.

 

 

Todo ese dolor, toda esa amargura y sufrimiento, me enseñó, con el paso del tiempo, a valorar más la felicidad que suele colmar nuestros días, y que no somos capaces de darnos cuenta. Poder arropar a tu hija al acostarse, abrazar a tu madre al despedirte, sentir el último frescor del amanecer en verano, ayudar con tu trabajo a que otras personas sigan su curso... todo esto es una magia diaria que por "la fuerza de la costumbre" olvidamos. Nos ciega la rutina, no nos permite apreciar los pequeños milagros colorean nuestra vida.

 

Tenemos la costumbre de separar en áreas nuestra vida. Pensamos que como si fuésemos ordenadores con diferentes apartados, podemos ser un tipo de padre, un tipo de marido, un tipo de hijo, un tipo de trabajador, un tipo de amigo... Somos uno, somos todo, somos infinitos. La idea de parcelar nuestro ser le pertenece al ego, que busca el triunfo a costa de nuestra felicidad. ¿A qué has renunciado tu por demostrarte que eres un triunfador?

 

Con todo lo que aprendí de Iván en sus cortos cinco años, salgo a mi nueva vida dispuesto a devolver al mundo toda la alegría que él no ha podido disfrutar ahora. Y lo hago cada día. Y lo hago consciente de que lo más importante que me encontraré en mi camino son las personas. Me encanta rodearme de ellas. En la actualidad dirijo tres empresas y trabajo con cientos de personas que me permiten vivir de la forma que quiero realmente.

 

Todo lo aprendido a lo largo de este camino me ayuda a llevarlo a mi vida profesional. Ser feliz en el trabajo es posible. Y hacer sentir feliz en el trabajo también lo es. Y una persona que trabaja feliz es una mejor persona. Y una empresa compuesta por mejores personas es una gran empresa.

 

Hoy me dedico a hacer que las empresas sean más grandes, más allá de su tamaño. Si quieres que te enseñe a andar ese camino, estaré encantado de hablar contigo.